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¿Uno para todos o "todo" para unos?

domingo, 30 de enero de 2011


Sabemos que con los intereses de los préstamos bancarios, con las tarjetas de crédito tan difundidas y con impuestos varios, los más pobres "pagan" las ganancias de los pocos que tienen grandes capitales que invertir y que con este mecanismo se autoalimentan.
Sabemos que el 1% de la población mundial gestiona el 40% de la riqueza y que en algunos países estos porcentajes son aún más drásticos.
Estas pocas personas tienen el control de las finanzas y la posibilidad de definir el flujo de dinero, y cuando invierten, por ejemplo, en un título con un porcentaje de renta fija, provocan que para pagar esos intereses regulares se saca dinero a quien no lo tiene y se da a quien ya lo posee.
La perversión es que se invita a todos a participar de esta gran fiesta de algunos.

Es un sistema económico donde el consumo es Dios. Un sistema que no se preocupa del futuro, del agotamiento de los recursos naturales y de las necesidades humanas reales sino sólo de autoalimentarse y sustentarse en el presente. Intenta convencer que un determinado objeto, un instrumento o una herramienta, es indispensable y que cada uno debe tener uno suyo, aunque lo utilize un porcentaje de tiempo irrisorio y podría compartirlo con los demás, sin una idea de propiedad individual. En la misma perspectiva, el tiempo es oro, pero sobretodo es de cada uno y no se considera la posibilidad de ponerlo a disposición de los otros.
Un sistema, entonces, donde se alimenta la soledad, la competitividad y la envidia y donde la solidaridad y la posibilidad de compartir no son prioridades.
Insertarse en este sistema, que no considera puertas de salida, sólo significa darle más fuerza y, si alguien quisiera evitarlo y buscar una alternativa, llega directamente a una pregunta que desarma por su aparente imposibilidad de solución: ?Qué se puede hacer?

El campo cultural y artístico no está ajeno a esta situación general.
En el ámbito musical, por ejemplo, los espacios "oficiales" son gestionados y controlados por pocas personas, que se intercambian favores e intereses y que se autoalimentan. Aceptar estas reglas e intentar insertarse, casi siempre sin éxito, en estos espacios cerrados ya definidos, significa darles aún más fuerza e importancia. Significa permitir que los gestores puedan encontrar más disponibilidades económicas y que con este dinero seguir en la misma perspectiva excluyente.
Es un sistema que no se funda en las ideas de solidaridad y coparticipación, sino en la ambición, la vanidad y el egoísmo.
Para desarticular esta dinámica, para quitarle fuerza, quizás no habría que postular a festivales que proponen estas perspectivas ni asistir a las actividades que proponen, y evitar alimentar concursos donde participan miles y gana uno sólo.
Habría que boicotear en masa este tipo de manifestaciones, dejar a los gestores solos con sí mismos y luchar fuertemente por la existencia de espacios alternativos, creativos y educativos. Espacios de todos donde la prioridad sea la coparticipación, donde viva el dialogo, la posibilidad de expresarse y la voluntad de escuchar a los otros.

Además que amado y abrazado, el ser humano necesita ser escuchado, considerado por lo que es y por lo que dice. Si tiene esta oportunidad, automáticamente se activa su capacidad colaborativa y creativa. Si se siente incluido, su aporte al diálogo y la posibilidad de crecer juntos a los demás aumentan enormemente.
Cada uno es representante de su propio ambiente social y cultural, y lo refleja en su actuar y en sus pensamientos, también de forma inconsciente. Si, ya desde niño, no le dan la posibilidad de expresarse y se desarrolla sin contactos emocionales con su entorno, se convierte en un ser competitivo, en un individualista, que sólo piensa en sí mismo sin la capacidad de colaborar con los otros. Las manifestaciones "violentas" de uno, en todos los sentidos, son el fruto de la misma violencia que él soportó en su formación.
Por eso es importante analizar a fondo el propio ambiente, intentar comprenderlo y modificarlo para encontrar una expresión personal y original en función de la posibilidad de relación con los demás, para cambiar el rumbo del propio camino junto al de los otros.

En mi búsqueda, intento evitar tener "patrones" u obligaciones impuestas que me impidan hacer lo que pienso que es correcto, que me impidan vivir una libertad, quizás aparente pero no por eso menos energética, que me permita proponer actividades en las cuales creo fuertemente.
En un camino de este tipo es determinante la conciencia de lo que se está haciendo y un análisis profundo de la realidad.
Cuando viajo, me encuentro en lugares donde, a veces, la falta de reflexión, el miedo de la diversidad, invita a cerrarse y enmascararse detrás de palabras vacías que no significan nada si se ven desde otras perspectivas, invita a esconderse detrás de etiquetas amarillentas por el tiempo, que los sistemas políticos siguen utilizando para mantener el control.
En este mundo de contraposiciones forzadas, donde cada uno se aferra a su bandera y a lo que conoce sin sentir la necesidad de profundizar otras posibilidades, donde el insulto y el cerrar espacios parece ser la única manera de actuar. En ese tipo de mundo maniqueo, o amigo o enemigo, a quien propone espacios de diálogo "para todos", sin distinciones de ideas, proveniencia geográfica y cultural, se le rotula de "utópico", en el mejor de los casos, hasta llegar al agravio feroz o a la marginación absoluta sin ni siquiera intentar conocer y comprender lo que propone.
Pero estos espacios "funcionan", hay cada vez más personas que se involucran y quieren participar, presentándose por lo que son y no por lo que otros dicen que deberían ser.

En cada manifestación de la naturaleza está presente el universo entero con sus miles de perspectivas distintas. En el viento viven las palabras y la respiración de miles y miles de seres vivientes. Un árbol se nutre de la materia que antes estaba en cuerpos de otras vidas. Relacionarse con ellos es relacionarse con el infinito.
Al igual, cada ser humano lleva en sí mismo las experiencias de todos.
Al final la "libertad" es esto: tener la posibilidad de encontrarse consigo mismo y con el ritmo general de la naturaleza, con la humanidad entera y la esencia del universo.
Tener la posibilidad de expresarse por lo que uno es y de decir lo que uno piensa es consecuencia del saber escuchar la diversidad que vive en cada uno, sin miedo de sentirse excluido.
Tener la capacidad de no aferrarse a las referencias conocidas y a las pautas que generalmente se imponen, para poder relacionarse de forma equilibrada con otras, para poder dejar, sin grandes problemas, una forma de vivir por una alternativa, quizás más original y fruto de una real experiencia personal y colectiva.



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